PRESENTACIÓN DEL BLOG

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PRESENTACIÓN DEL BLOG POR PARTE DEL PÁRROCO.

Antonio Bellido Almeida, Párroco.

"Se hace camino al andar"

Antonio Machado.

Comenzamos en el nombre del Señor este Blog que pretende ser la voz de la Iglesia, la voz eulaliense, la historia viva y vívida y el proyecto es vida de vuestra Comunidad Parroquial de Santa Eulalia de Mérida, en Mérida.

"Se hace camino al andar", decía Machado. Habrá que corregirle. Ahora se hace estela al volar. Los potentes medios de comunicación , especialmente "Internet", con el que alucino, sobrevuelan el planeta y al instante. Queremos, pues, sumarnos al progreso y llamar a todas las puertas con nuestras alforjas de palabras, proyectos, ilusiones, historias. Y a compartir y a servir.

"Id por todo el mundo y predicad el Evangelio"(Mt. 28, 19), decía Jesús a la naciente Iglesia. Hoy, nos invita y nos anima desde las fabulosas posibilidades que la técnica pone en nuestras manos. Aquí encontraréis un rincón amigo, una mano tendida, una palabra gratis. Aquí estamos cargados de esperanza en este milenio que vivimos. Aquí encontrarás la piedra y la palabra que nos hablen de la "Bien-hablada", Eulalia.

Aquí tienes la Basílica de Santa Eulalia, alma y almario de una mártir singular, aquí tienes la historia más antigua jamás contada del Cristianismo peninsular. Aquí nos tienes oteando futuros y con los brazos extendidos.

Patrona

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Santa Eulalia Celestial Patrona de la Juventud de la Archidiócesis de Mérida-Badajoz

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Parroquia Santa Eulalia de Mérida

bASÍLICA mENOR


LA PARROQUIA SANTA EULALIA DE MÉRIDA
DECLARADA BASÍLICA MENOR
POR SU SANTIDAD EL PAPA FRANCISCO
DURANTE EL PONTIFICADO DE DON SANTIAGO GARCÍA ARACIL 
Y PREFECTO DE LA CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS DON ANTONIO CAÑIZARES LLOVERÁ.

viernes, 24 de diciembre de 2010

HOMILÍA DE D. SANTIAGO GARCÍA ARACIL EN LA EUCARÍSTÍA EN MEMORIA DE SANTA EULALIA DE MÉRIDA.

HOMILIA EN LA FIESTA DE SANTA EULALIA



Mérida, 10 de diciembre de 2010.


Queridos sacerdotes concelebrantes,

Queridas miembros de la vida consagrada,

Junta directiva y miembros de la Asociación de Santa Eulalia,

Hermanas y hermanos todos, autoridades y demás fieles:

Hemos comenzado la Misa reconociendo que es un honor compartir con Santa Eulalia la tierra que le vio nacer, y suplicando al Señor que cuantos celebramos su fiesta en la tierra, merezcamos gozar de su compañía en el Cielo.

Para ello, sabemos todos que es necesario amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo. En estos dos mandamientos resumió el Señor nuestro camino de salvación.

Pero es necesario concretar el amor a Dios y al prójimo en acciones bien definidas. De lo contrario puede quedar todo un tanto impreciso y desvaído.

En lo que se refiere al amor de Dios, el primer paso es reconocer que todo lo que somos y tenemos, incluida la oportunidad de amar a nuestro Creador, es regalo suyo. Por tanto, para gozar de la compañía de Santa Eulalia en el cielo, es absolutamente necesario ser agradecidos a Dios nuestro Señor y Redentor.

La gratitud es una de las virtudes que no encuentra en nuestros ambientes un clima favorable que pedagógicamente nos induzca, nos prepare y nos ayude a practicarla.

Estamos en la civilización de los DERECHOS, y en la cultura de la reivindicación. La consecuencia que se sigue de ello es un tanto peligrosa. En nuestro refranero destaca esa gran lección: “El que no es agradecido no es bien nacido”. Y nosotros aunque en el fondo sabemos que recibimos de Dios, por una parte, no lo agradecemos debidamente. Y, por otra parte, cuando creemos que nos falta algo de lo que deseamos desde nuestros intereses, más que pedirlo al Señor, parece que se lo exigimos desde el supuesto derecho a ser escuchados y complacidos. En algunos casos se llega a más. No escasea quienes al encontrarse con un mal del tipo que sea, consideran a Dios como su autor, y reivindican sin escrúpulos y sin espíritu filial, su pronta liberación. Seguimos, como puede verse, en la conciencia de los derechos. Y, cuando es Dios quien nos pide, abundan estas respuestas: “para ser cristiano no hace falta ir a misa todos los Domingos; no es necesario practicar la confesión; no es necesario rezar tanto, etc.”

Frente a estas actitudes tan lejanas al buen sentido, y tan recordadas por el mismo Jesucristo (como queja porque de los 10 leprosos curados solo uno volvió a dar gracias al Señor) la palabra de Dios nos enseña con el ejemplo y con su magisterio. La lectura del libro del Eclesiástico, no ofrece una oración que viene como anillo al dedo para la consideración que estamos haciendo, y para seguir el ejemplo de Santa Eulalia.

“Te alabo, mi Dios y Salvador, te doy gracias, Dios de mi padre. Contaré tu fama, refugio de mi vida, porque me has salvado de la muerte, … Me auxiliaste con tu gran misericordia” (Eclo 51, 1ss)

El auxilio del Señor, no es don que llega en solitario; sino que nos viene acompañado de otro don, que es ofrecimiento gratuito y permanente del Señor: su infinita misericordia. ¿Creemos que si no fuera porque Dios nos ama infinitamente y derrama sobre nosotros su misericordia, también infinita, podríamos recibir nada de cuanto recibimos constantemente de Él?

Nuestra reflexión, en esta fiesta de gratitud al Señor, debería ser la que nos brinda hoy la Iglesia con las palabras del Salmo: “Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte cuando nos asaltaban los hombres, nos habrían tragado vivos; ¡tanto ardía su ira contra nosotros!” (Sal 123)

La vida, la fe, el perdón, la posibilidad de cambiar hacia el bien cada día, la misma posibilidad de ampararnos en el Señor, son todos, unos dones de Dios que nunca podremos agradecer suficientemente.

Santa Eulalia, en su tierna adolescencia, supo llevar con dignidad y con gratitud a Dios, todas las pruebas que el Señor permitía para ejemplo nuestro. Y soportó el martirio con la dignidad y valentía que solo puede tener y mantener quien está siendo ayudado por el Señor.

Ante la dureza de la vida y frente a las adversidades con que nos encontramos para vivir el Evangelio de Jesucristo con entereza y fidelidad, es necesario que reconozcamos la obra de Dios en nosotros, que seamos capaces de admirar cuanto Dios hace por nosotros, y que le correspondamos con nuestra gratitud y adoración. Son las puertas de la fidelidad que, a su vez, es imprescindible para ser salvados.

Queridos hermanos todos: a pesar de lo complejo que pueda parecernos todo esto, el Señor nos lo pone fácil. Se ha quedado entre nosotros para ser nuestro maestro, nuestro compañero, nuestro defensor y nuestro estímulo constante. Ha elegido para esta presencia la Eucaristía que es ya acción de gracias. Y, en ella, nos proclama su palabra orientadora, nos ofrece su Cuerpo y Sangre sacrificados hasta la muerte como signo de fidelidad al Padre y como gesto redentor, nos invita a unirnos a Él dando gracias al Padre por la creación, por la redención, por su palabra, por su gracia y por su misericordia.

Ser agradecidos al Señor es actitud y comportamiento que debe concretarse en la Eucaristía. A participar en ella estamos llamados por nuestra madre, la Santa Iglesia, de diversos modos e incluso con el primero de los cinco mandamientos.

En esta fiesta de Santa Eulalia, patrona, ejemplo de vida e intercesora nuestra ante el Señor, pidamos a Dios por intercesión de la Mártir, ser capaces de amarle y de amar al prójimo; ser agradecidos con el Señor y con los que han hecho y hacen grandes cosas en favor nuestro, aunque no siempre lo percibamos.

En esa letanía de gratitudes, no olvidemos tener en cuenta que el cristianismo es comunidad de amor, de perdón y de ayuda, y decidámonos a hacer por los demás, lo que Dios y el prójimo han hecho por nosotros.

QUE ASÍ SEA

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